Zona Hospitalaria. Noviembre-Diciembre 2015. Nº 56
Beatriz Gutiérrez López. Psicóloga Clínica de Fundación Argibide / Vicente Madoz Jáuregui. Médico Psiquiatra de Fundación Argibide / Susana Nadal Álava. Trabajadora Social de Fundación Argibide
Desde nuestro antecesor el Homo Sapiens hasta nuestra sociedad actual, los ritos funerarios han ido evolucionando y modificándose con el paso del tiempo. La conciencia de la propia existencia es uno de los atributos distintivos del ser humano. De entre todos los seres vivos, sólo el hombre posee el conocimiento suficiente de su existencia y por lo tanto, de que va a morir. El pensamiento de la muerte nos hace verdaderamente humanos y es a partir de este momento evolutivo cuando los ritos funerarios resultan tan relevantes para toda una sociedad.
• ¿Qué es un rito funerario?
El rito funerario es una ceremonia de paso que marca el tránsito entre dos estados diferentes: el estado de vida y el estado de muerte. Todas las culturas crean una serie de repuestas y actos protocolizados con objeto de ofrecer a sus miembros una creencia que confiera sentido a la muerte. Los cultos funerarios pretenden ser un homenaje o reconocimiento social al difunto. ¿Cómo experimenta nuestra cultura actual la muerte? Nuestra cultura tiende a presentar la vida y la muerte como una dicotomía en lugar de integrarlas como parte de un todo (“la muerte como momento culmen de nuestra vida”). Esto facilita que socialmente hayan surgido muchos temores y angustias relacionados con el hecho de poder morir. La ocultación de la muerte en todos los ámbitos que habitan con ella ha sufrido una progresiva expansión, alejándonos cada vez más de la realidad de la vida: “ser conscientes de nuestra propia limitación temporal y de nuestro estado de transitoriedad”. La desnaturalización del hecho de morir y el rechazo al mismo es tan importante que actualmente son más los que entienden la muerte como un error médico, que como un final irrevocable y al que todos hemos de llegar. Los ritos funerarios también están quedando oscurecidos y reducidos a su mínima expresión ante el ansia colectiva de pasar rápido por todo aquello que genera el menor atisbo de sufrimiento.
• ¿Cómo experimenta nuestra cultura actual la muerte?
Nuestra cultura tiende a presentar la vida y la muerte como una dicotomía en lugar de integrarlas como parte de un todo (“la muerte como momento culmen de nuestra vida”). Esto facilita que socialmente hayan surgido muchos temores y angustias relacionados con el hecho de poder morir. La ocultación de la muerte en todos los ámbitos que habitan con ella ha sufrido una progresiva expansión, alejándonos cada vez más de la realidad de la vida: “ser conscientes de nuestra propia limitación temporal y de nuestro estado de transitoriedad”. La desnaturalización del hecho de morir y el rechazo al mismo es tan importante que actualmente son más los que entienden la muerte como un error médico, que como un final irrevocable y al que todos hemos de llegar. Los ritos funerarios también están quedando oscurecidos y reducidos a su mínima expresión ante el ansia colectiva de pasar rápido por todo aquello que genera el menor atisbo de sufrimiento.
• ¿Qué papel cumplen los ritos funerarios para que “desde que el hombre es hombre” todas las sociedades los hayan mantenido?
1. Ofrecen una oportunidad para revisar nuestra existencia y nuestro mundo de significados. Ser conscientes de la muerte del otro, y por lo tanto de nuestro propio fin, nos ofrece la oportunidad de transformar el sentido de nuestra vida y acercarnos a nuestro destino final algo más preparados. Desgraciadamente vivimos sobresaturados por los estímulos, la rapidez y el ansia de disfrute. La vida pasa atropellada a nuestros pies y muchos son los que evitan hacer un parón en su ruta para preguntarse: “¿esta es la vida que realmente quiero vivir?”. Compartir socialmente el dolor que supone la muerte de un ser querido nos invita a hacer un alto en el camino para valorar nuestra manera de existir: “¿dedico tiempo a las cosas que verdaderamente amo?”, “¿mi familia y amigos saben lo importantes que son para mí?”,“¿qué tengo que arreglar o mejorar antes de morir?”, “¿vivo en paz?”., “¿soy lo que realmente quiero ser?”… Estas preguntas, tan simples pero a la vez tan profundas, resuenan cada vez más lejos en nuestro interior porque no tenemos tiempo que perder, porque no podemos parar, porque tenemos que conseguir tantas cosas, y cumplir con tantas obligaciones y placeres…que la vida pasa a nuestros pies sin preguntarnos: “¿quiénes somos y a dónde vamos?.
2. El reconocimiento público de la muerte ayuda a aceptar su realidad. El reconocimiento oficial de que un miembro de nuestra comunidad ha fallecido ayuda a que todos aceptemos su muerte y también, que un día nosotros hemos de morir. Cuando la muerte impacta de cerca, generalmente nos encontramos en un estado de embotamiento de la sensibilidad o negación de lo ocurrido (“sensación de estar en una nube”, “sensación de que el fallecido sigue vivo”) que propicia que hablemos del difunto como si todavía estuviera vivo: “míralo que guapo lo han dejado”, “gracias por venir a verle”…Tras su sepultura o incineración todos seremos algo más conscientes de la realidad de la muerte y de que su vida ya pertenece al pasado.
3. Permiten crear un vínculo simbólico con el fallecido que perviva más allá de la muerte, aportando esperanza a la vida. Todos nosotros poseemos una serie de creencias sobre lo que hay o no hay detrás de la muerte e intentamos actuar en consonancia con ellas. En algunos momentos, el impacto resulta tan traumático que puede destruirlo todo, dejándonos vacíos de esperanza y rotos por el dolor. Aún en estos casos, el hecho de construir un ritual personificado en honor al difunto permite que muchas personas creen un vínculo simbólico con el fallecido que transciende la muerte física y pervive eternamente en el más allá. Son muchas las personas que con gestos cargados de simbolismo (poner las flores que le gustaban al difunto, escuchar la música que tocaba, tomar la bebida favorita con la que tanto bromeaba, hacer honor a sus palabras….) sienten que el fallecido está cerca y que ya nada puede separarles. Como señala Stephen Fleming: “el duelo es el proceso de pasar de perder lo que tenemos a tener lo que hemos perdido”. Esta frase recoge, a nuestro parecer, a la perfección, el significado del proceso de duelo por el que un día todos tendremos que peregrinar. Al principio no creeremos lo ocurrido y nos sentiremos desvalidos por la continua ausencia del allegado, hasta que en el duro transitar con la pérdida, podamos un día sentir, que él o ella nos pertenece y habita en nosotros. Acercarnos sin prejuicios al triste recuerdo de lo que hemos perdido nos ofrece la oportunidad de entrar en el contacto directo con la vida. Es normal que a veces tengamos miedo o que caigamos derrotados por la desolación pero sólo en ese contacto íntimo con lo que realmente queremos podemos reponernos y sentir: “que es ahora cuando la vida realmente tiene sentido”. “¡Son muchos los que lo consiguen: tú también puedes ser uno de ellos!”.
4. Reafirman los vínculos sociales. Las prácticas funerarias nos ofrecen múltiples oportunidades para brindar consuelo a las personas que sufren por la muerte de su allegado y a las cuales, apreciamos. Ofrecer nuestro apoyo y pesar, en los momentos difíciles, arropa al doliente haciéndole sentir menos solo y estrecha nuestros vínculos afectivos. “La muerte nos une porque es de todos, y es para todos”.
5. Ofrecen orden al hecho de morir. En los momentos duros, como la muerte de un ser querido, conocer de antemano el camino por el cual hemos de transitar simplifica y aporta luz a la oscuridad del sufrimiento. El funeral guía a los familiares hacia la despedida simbólica del fallecido (pasar a la otra vida, vives eternamente entre nosotros, descanses en paz…) y abre la senda del duelo. “Decir adiós, crear una relación simbólica con el fallecido, renovar el vínculo simbólico en días significativos y compartir nuestras pérdidas con los demás, ayuda a vivir sanamente el proceso de duelo y a curar las heridas” (R. Neimeyer). Tan relevante ha sido y es considerar el tema de la muerte para asegurar el bienestar y desarrollo de toda una sociedad, que en este momento nos preguntamos: “¿hacia dónde nos lleva una cultura de ocultación de la muerte?”,”¿puede acabar teniendo el hombre moderno menos conciencia de su propia existencia que el hombre primitivo de 200.000 años atrás?”. De ser así: “¿estaríamos perdiendo aquel atributo que nos dota realmente de humanidad?”.