El Dr. Pablo Sabater Maestro, Psiquiatra de la Fundación Argibide, publicado en el Número 77 (Mayo-Junio 2019) de la revista Zona Hospitalaria. 

Les llamamos nuevas tecnologías, pero se encuentran presentes en nuestro medio desde hace más tiempo de lo que pensamos: los primeros ordenadores fueron creados en los años 40, el embrión de Internet fue desarrollado en 1969, y los primeros juegos electrónicos en la década de los 70.

No obstante, aunque presentes en el imaginario popular, no se ha extendido su uso de forma masiva hasta los últimos años. La electrónica, “las pantallas”, y la comunicación a distancia han dejado de ser algo anecdótico y están presentes en nuestro día a día. En España hay más móviles que personas, y el uso de aplicaciones de mensajería instantánea está extendido entre todas las generaciones, desde los niños hasta los ancianos. En cuanto a los videojuegos, si bien inicialmente parecían ser exclusivamente utilizados como forma de ocio entre los adolescentes, han visto ampliado su perfil de usuarios hasta el punto de que, en la actualidad, la mitad de los jugadores son mayores de 35 años y generan más ingresos que la industria cinematográfica. El uso generalizado de estas tecnologías está interrelacionado con un cambio social a muchos niveles, entre los que se puede mencionar, entre otros, la incorporación de la mujer al trabajo, el descenso de la natalidad, la progresiva urbanización de la sociedad y la demanda de estar siempre “conectados”, hecho este último que ha cambiado el patrón de relación tanto a nivel social como familiar y laboral. Es extraño no disponer de un ordenador (o “tablet”) en el puesto de trabajo, y la mayoría de gestiones se pueden realizar por internet (desde hacer la compra semanal hasta solicitar un préstamo) sin necesidad de contactar personalmente con alguien. El auge de las redes sociales ha facilitado el contacto con gente que no veíamos desde la infancia. Un adolescente quizás no ha salido de casa en toda la tarde, pero ha pasado gran cantidad de tiempo “chateando” con sus amigos mientras juegan en grupo al “Fortnite”.

Acciones que disminuyen su aparición

Hay una parte del ser humano que se rebela y teme los cambios. Ya ironizaba Miguel de Cervantes en el Quijote con el daño que pueden hacer las tecnologías (en aquel momento, la lectura y, por ende, la imprenta, en el protagonista). En la actualidad, es el tiempo que se pasa delante de una pantalla lo que nos hace temer el desarrollo de ciertos problemas psiquiátricos o psicológicos relacionados con las llamadas adicciones comportamentales. Como se ha descrito anteriormente, las nuevas tecnologías están ya tan incorporadas en nuestra vida diaria, que resulta una cuestión controvertida el intentar establecer un límite de tiempo que, una vez superado, pueda situarnos en riesgo de desarrollar problemas psicológicos. En cambio, sí parece evidente que en el momento que dicho uso nos impide cumplir de un modo razonable con nuestras responsabilidades diarias, o cuando interfiere en actividades saludables (comer, pasar tiempo en familia o con amigos, realizar ejercicio físico, etc.), podemos estar en una situación de abuso de las nuevas tecnologías.

Cambiar nuestra rutina diaria

Es en este momento cuando ya es recomendable comenzar a establecer cambios en nuestra rutina diaria. Cuestión más complicada, si cabe, es establecer cuándo el abuso se convierte en un problema de adicción, aunque por norma general, debería ponernos en alerta la dificultad para cambiar los hábitos pese a intentarlo repetidamente, la aparición de problemas laborales o académicos, o un aislamiento social. En definitiva, tanto si ya somos adultos como si todavía somos niños o adolescentes, deberíamos tratar de hacer un uso racional de las nuevas tecnologías. Estas no son malas de por sí, pero su exceso puede conllevar problemas importantes a nivel psicológico. Como todo en la vida, deberíamos aplicar el principio de que “en el término medio está la virtud”.

 

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Imagen: Zona Hospitalaria