Entrevista a Javier Tirapu, Psicólogo Clínico y Director Científico de Fundación Argibide realizada por Carla Andreia Carvalho Gómez, Neuropsicóloga, y publicada en «Hablemos de Neurociencia».
– ¿En qué está trabajando actualmente? Podría resumir mi actividad en 4 grandes áreas (por orden de importancia)
1.-Actualmente sigo ejerciendo mi labor profesional como clínico, ya que lo que más me gusta de mi profesión es ver pacientes. Realmente no concibo un trabajo mejor que intentar ayudar a las personas a que su vida sea mejor.
2.- Y aunque esta sea es mi principal dedicación, me ocupa mucho tiempo la participación en labores de docencia y formación tanto en Master en diferentes Universidades, como cursos para profesionales, conferencias de divulgación, etc.
3.- Además considero que nuestra principal herramienta de trabajo es el conocimiento. En Neuropsicología siempre hay que intentar estar actualizado y formado porque de ese conocimiento se van a beneficiar nuestros pacientes por lo que creo indispensable mantener una formación actualizada.
4.- Escribo y publico diferentes artículos y libros con compañeros de profesión y grupos de neuropsicólogos en diferentes ámbitos de la Neuropsicología. Aprovecho para mostrarles mi gratitud a todos ellos por la confianza que tienen en mí y que es recíproca.
– ¿Cuáles son sus futuros proyectos? o ¿qué proyectos le gustaría emprender? Realmente es muy poco probable que yo tenga proyectos. Cuando voy adquiriendo conocimiento me surge “una idea” y la intento desarrollar y aportar algo. Ahora hemos escrito un artículo, que estará muy próximo a publicarse proponiendo una clarificación del concepto de Funciones Ejecutivas en el que planteamos que procesos estarían implicados dentro de ese “paraguas conceptual”. Para ello nos hemos basado en revisar todos los estudios sobre análisis factoriales desde 1991 a 2016. También en diciembre se publicará otro en el que planteamos (junto con Fabrissio Grandi) que la taxonomía de la memoria actual no responde “a la realidad” que vemos en la clínica y proponemos una clasificación de la memoria distinta la actual . Estamos terminando otro sobre las aportaciones y las limitaciones de las técnicas de neuroimagen. Asimismo, en otro que hemos enviado junto con Javier Diaz Leiva revisamos las trastornos mentales y su relación con alteraciones de la conectividad cortico-cortical y cortico-subcortical, al que seguirá un segundo en el que nos centraremos en alteraciones en la conectividad interhemisférica y los trastornos mentales. Mis proyectos más inmediatos es escribir un libro con Raul Espert sobre funciones ejecutivas pero con un “carácter” más divulgativo y más sencillo. Asimismo, estoy trabajando con el grupo de investigación de Javier Oltra en un estudio sobre la eficacia de la estimulación cognitiva en pacientes con demencia. Además, junto a Fermín Goñi estamos escribiendo un capítulo para un libro enfocado al ámbito judicial y titulado: Neurociencias y su implicación en al ámbito de la justicia. Y alguno más pero, básicamente, estos son los más actuales.
Algunos apuntes sobre Neuropsicología
Como neuropsicóloga son bastantes las cuestiones que me gustaría plantearle. No obstante, debido a la escasez de tiempo, le plantearé algunas preguntas que a mi parecer podrían ser interesantes para el lector.
– ¿Cómo definiría el cerebro? “El cerebro es un sistema emergente de alta complejidad cuya finalidad principal es permitirnos actuar de forma flexible en entornos cambiantes, basándose en la predicción para asegurar nuestra adaptación, nuestra supervivencia y la calidad de dicha supervivencia”
– ¿En qué se diferencia la mente del cerebro? No puedo decir en qué se diferencian porque no puedo ver que sean diferentes diría que todo proceso mental responde a pautas de funcionamiento cerebral o dicho de otro modo el funcionamiento cerebral produce como resultado un proceso mental. El “problema de homúnculo o de fantasma en la máquina” agoniza. Busqué las diferencias entre mente y cerebro y las encontré en una revista nada “sospechosa” de reducir todo a la “materia” se llama “Scripta teológica” y define la mente como: “ No se encuentra en ningún lugar, no recibe información, sería el conjunto de actividades y procesos psíquicos conscientes e inconscientes, de carácter cognitivo o afectivo, tal como comparecen en la experiencia subjetiva o en la medida en que se encuentran referidos a ella. Y el cerebro, en cambio lo define como: ” órgano biológico que recibe los estímulos del medio interno y externo al individuo ¿puede recibir información inconscientemente? los integra entre sí y con la experiencia cognitiva, emocional y de motivación acumulada, dando lugar a la respuesta dentro o fuera del organismo y cuyo funcionamiento puede ser abordado mediante los métodos de la ciencia experimental” Entonces pensé en unir la definición de mente con la de cerebro y a ver qué opina el lector sobre la definición que “me quedó” al unirlas: “El cerebro es un órgano biológico, que recibe información consciente e inconsciente del medio interno (cuerpo) y externo (ambiente), los integra entre sí y los une con mis experiencias subjetivas generando un patrón cognitivo y emocional (proceso mental) para emitir una respuesta, que en la actualidad puede ser observada con técnicas científicas”.
– ¿Es cierto, como muchos piensan, que usamos únicamente el 10% de nuestro cerebro? El supuesto conocimiento, o mejor dicho, la ignorancia sobre el funcionamiento del cerebro, permiten que los amigos de lo misterioso introduzcan una serie de tópicos en los que poder asentar sus afirmaciones sobre el poder de la mente. Si tuviese que elegir un tópico absurdo no dudaría en elegir el que afirma que el cerebro funciona al diez o al veinte por ciento de sus posibilidades. No sé muy bien porque se plantea que el cerebro es un órgano diferente a cualquier otro de los que componen nuestro cuerpo. No veo la diferencia sustancial entre un cerebro, un hígado, un páncreas o un corazón pero nadie osa plantear que utilizamos el corazón al diez por ciento de su rendimiento. Sin embargo, algunos afirman, sin demasiado rubor, que utilizamos el cerebro al diez por ciento, de lo que deducen, a su vez, que si lo utilizáramos al ciento por ciento podríamos lograr mover objetos con sólo desearlo. No sé tampoco si con el diez por ciento podemos desplazar pequeños objetos y con el cien por cien podríamos mover el piano de cola de la abuela. Siempre me han llamado la atención las contradicciones en las que cae el ser humano, sus incongruencias. Si usted pregunta a algún aficionado al estudio del poder de la mente si cree en Darwin y la evolución le dirá que sí y a su vez sostendrá que utilizamos el cerebro al 10% de su potencial. Ambas afirmaciones son excluyentes. Según la evolución, la selección natural diseñó los órganos que precisábamos para adaptarnos al mundo que nos toca vivir y garantizar nuestra supervivencia. No tiene sentido plantear que diseñamos una máquina de esta complejidad para utilizarla al 10%. Es como afirmar que estamos dotados de cinco dedos en cada mano por si un día nos cortan uno, luego otro y luego otro para que así nos queden dos dedos. Si el ser humano tiene un cerebro que sólo utiliza el 10% es el ser más estúpido de la evolución. La referencia clásica para hacer esta afirmación, se basa en esos seres extraños que se aprenden un listín de teléfonos o realizan sumas imposibles a una velocidad endiablada. Sin embargo, estos sujetos son buenos ejemplos de cerebros anómalos (un cerebro adecuado es el que logra un equilibrio armonioso de sus diferentes funciones, y no aquel que hipertrofia unas en detrimento de otras). Si estudiamos los cerebros de estos individuos observamos que la región encargada de las “sumas” o de la memorización de números es muy extensa y ocupa zonas cerebrales que deberían ser asignadas a otras funciones. Nadie de ustedes se atrevería a afirmar que alguien que se aprende miles de números es inteligente; sólo diría de él que “tiene una buena memoria para los números” y tener una buena memoria para los números no te garantiza una adecuada supervivencia. Otros afirman que el cerebro es como un músculo de las piernas y de los brazos y que llevar al cerebro hacia su potencial incalculable no es más que cuestión de entrenamiento. Sin embargo, los límites de cada ser humano son finitos y mensurables porque responden a las leyes de la física. Evidentemente existen diferencias individuales que dependen de los genes, del desarrollo en el útero de la madre, de las experiencias tempranas y tardías o del entrenamiento, pero les aseguro que aunque todos los dioses y poderes ocultos se hubiesen conjurado para echarme una mano, yo jamás lograría saltar ocho metros en salto de longitud. También les aseguro que ningún ser humano con su diseño corporal actual (en el que incluyo el cerebro) nunca logrará saltar ochenta metros (longitud que podría alcanzar si utiliza actualmente el 10 por ciento de sus posibilidades físicas).
Agradecimientos
Desde aquí me gustaría agradecer publicamente a Javier Tirapu-Ustárroz su entrega y disponibilidad con todo el equipo de Hablemos de Neurociencia, en especial, conmigo. Gracias por tu confianza, tu tiempo y esfuerzo.
Puede consultar la entrevista en su localización original pinchando aquí