Iñaki Lorea, Psicólogo Clínico y Responsable de la Unidad de Trastornos de Personalidad, impartió la ponencia titulada “En la clase y en la calle: mejorando la salud mental y el consumo de tóxicos”.
“Martina y la Última Estrella” no es un cuento para niños sino que, como indica su portada, está “escrito por y para adultos para preparar a los más pequeños en la muerte de un ser querido”. Son palabras de su autora Beatriz Gutiérrez, Psicologa Clínica de la Fundación Argibide, que esta publicación habla de la comunicación de la muerte a los menores como uno de los mayores retos.
El cuento, ilustrado por Ainhoa de Sola, está editado en castellano y euskera (traducción de Fernando Rey y Ander Irizar).
Beatriz Gutiérrez ha impartido numerosas charlas y conferencias sobre el duelo y los menores en centros educativos y sociales. Sobre el tema del duelo y los menores cree que «Cada vez los padres hablan mucho menos de la muerte con sus hijos y tienden a evitar ese tema, se angustian porque no saben qué decir. Deben acostumbrarse a hablar con sus hijos sobre la muerte para prepararlos en caso de que llegue un momento tan triste y duro.» Gutiérrez añade que «La noticia de la muerte tiene que ser transmitida lo antes posible por una figura cercana al menor, con un lenguaje sencillo y claro. Debemos evitar eufemismos como “el abuelo se ha ido de viaje” o “está dormido”. Tenemos que darle al menor mucho apoyo y acompañarle en la expresión de sus sentimientos, sin juzgarle ni criticarle.» Mostrar los sentimientos es otro de los temas importantes; «Los menores observan continuamente cómo sus adultos expresan el sufrimiento y cómo vivencian el proceso de duelo. Por lo tanto, si el niño ve que en su casa se puede hablar de lo ocurrido, él también podrá expresar sus sentimientos.»
Según la autora de «Martina y la Última Estrella» existen diferencias entre el duelo de un adulto y un menor: «Una característica que los diferencia es la expresión del sufrimiento. Los menores tienen una expresión mucho más cambiante y breve. El niño puede llorar desconsolado en un momento determinado y empezar a reír por otro motivo como si nada hubiera pasado. Es una expresión más inmediata y breve pero que tiende a repetirse en el tiempo. Los adultos, muchas veces, no lo entendemos, porque nuestra expresión es más larga y duradera. » La duración del duelo tanto en adultos como en menores no tiene una duración predefinida: «Cada proceso de duelo es individual y muy cambiante a lo largo del tiempo, así que no me gusta hablar de tiempos. Se suele decir que un proceso de duelo termina cuando las personas somos capaces de reponernos ante la muerte de nuestro ser querido y seguir adelante con nuestra vida recordándolo sin sufrir.»
Tomar la muerte como algo natural que forma parte de la vida es una de las claves y, más en estos días alrededor de Todos los Santos: «Recuerdo haber ido de pequeña a cementerios y funerales y lo recuerdo con cariño. Ahora los menores tienen menos contacto con la muerte natural, que es la que nos hace ser conscientes de que nuestro paso por esta vida es limitado. Ser conscientes de que un día vamos a morir y de que nuestra vida llegará a su final, no nos hace sufrir, sino que nos ofrece la oportunidad de poder aprovechar el mejor regalo que nos ha sido entregado: la vida».
Si usted es profesional de un centro educativo, sanitario y/o social y tiene interés en conseguir un ejemplar, puede ponerse en contacto con Susana Nadal enviando un correo electrónico a s.nadal@fundacionargibide.org (ejemplares disponibles hasta agotar existencias).