La Psicologa Clínica de la Fundación Argibide, Beatriz Gutiérrez habla de la comunicación de la muerte a los menores como uno de los mayores retos. Ahora, acaba de publicar Martina y la última estrella, un cuento para ayudar a los adultos en esta labor.
“Martina y la Última Estrella”no es un cuento para niños como insiste su autora sino que, como indica su portada, está “escrito por y para adultos para preparar a los más pequeños en la muerte de un ser querido”.
El cuento, ilustrado por Ainhoa de Sola, ha sido editado en castellano y euskera (traducción de Fernando Rey y Ander Irizar) y se presentó en las pasadas X Jornadas Entorno al Duelo organizadas por la Fundación Senda con la colaboración de Fundación Argibide, Grupo Tanatorio Irache y Fundación Caja Navarra.
Recientemente Diario de Noticias le realizaba una entrevista (pulsa aquí para ver la entrevista completa) sobre el cuento y sobre la forma de tratar la muerte con los más pequeños.
¿Qué deben hacer los padres de un menor cuando muere un ser querido?
-Cada vez los padres hablan mucho menos de la muerte con sus hijos y tienden a evitar ese tema, se angustian porque no saben qué decir. Deben acostumbrarse a hablar con sus hijos sobre la muerte para prepararlos en caso de que llegue un momento tan triste y duro.
¿Cuál es la forma más adecuada de transmitir la mala noticia?
-La noticia de la muerte tiene que ser transmitida lo antes posible por una figura cercana al menor, con un lenguaje sencillo y claro. Debemos evitar eufemismos como “el abuelo se ha ido de viaje” o “está dormido”. Tenemos que darle al menor mucho apoyo y acompañarle en la expresión de sus sentimientos, sin juzgarle ni criticarle.
¿Deben los padres mostrar sus sentimientos en estas circunstancias?
-Los menores observan continuamente cómo sus adultos expresan el sufrimiento y cómo vivencian el proceso de duelo. Por lo tanto, si el niño ve que en su casa se puede hablar de lo ocurrido, él también podrá expresar sus sentimientos.
¿En qué se diferencia el duelo de un adulto y de un menor?
-Una característica que los diferencia es la expresión del sufrimiento. Los menores tienen una expresión mucho más cambiante y breve. El niño puede llorar desconsolado en un momento determinado y empezar a reír por otro motivo como si nada hubiera pasado. Es una expresión más inmediata y breve pero que tiende a repetirse en el tiempo. Los adultos, muchas veces, no lo entendemos, porque nuestra expresión es más larga y duradera.
¿Cuál es la duración aproximada de un proceso de duelo de un menor?
-Cada proceso de duelo es individual y muy cambiante a lo largo del tiempo, así que no me gusta hablar de tiempos. Se suele decir que un proceso de duelo termina cuando las personas somos capaces de reponernos ante la muerte de nuestro ser querido y seguir adelante con nuestra vida recordándolo sin sufrir.
¿Cuándo empiezan a ser conscientes los menores de que la muerte es algo permanente?
-Los niños tienen una curiosidad por la muerte desde muy pronto. A los cuatro años ya empiezan a matar hormiguitas para ver si vuelven a la vida o no. Pese a la creencia popular, los niños son conscientes de la muerte de la persona que quieren. Se dan cuenta de que los que siguen junto a ellos están tristes, llorosos, pasando un mal momento… Es importante que entiendan que el fallecido no va a volver, porque si no, tendremos que repetirles con mucha paciencia y cariño que de la muerte no se vuelve y que, por mucho que ellos lo deseen, su familiar o amigo ya no regresará.
¿Cómo deben los adultos transmitirles ese concepto permanente de muerte?
-Tenemos que aprovechar las pequeñas muertes que ocurren en el día a día, como puede ser la muerte de una mascota o de personas no tan cercanas. Así les preparamos para momentos más duros. En la medida en que ellos vayan preguntando acerca de la muerte, nosotros tenemos que ofrecerles respuestas sinceras y claras. Los niños merecen que les digamos la verdad.
¿Cuánta importancia tienen esa sinceridad y claridad?
-En un momento u otro ellos tendrán que enfrentarse a la muerte de una manera cercana. Por eso, hay que ayudarles progresivamente a entenderla y a doler las pequeñas pérdidas que ocurren en el día a día. Esto les ayuda a darse cuenta de que la vida tiene un tiempo limitado y que cuando uno muere no regresa a la vida.
Hay ocasiones en las que a los adultos les cuesta mucho tratar este tema de forma clara.
-Muchas veces, los adultos, con la mejor intención de suavizar la realidad y proteger a los menores, no somos claros, y esto los deja indefensos ante los momentos duros que a veces nos trae la vida. En ese sentido, para ayudar a nuestros hijos a vivir hay que hablarles de la muerte, porque forma parte de la vida.
¿Es importante que los menores formen parte de rituales como el Día de Todos los Santos?
-Recuerdo haber ido de pequeña a cementerios y funerales y lo recuerdo con cariño. Ahora los menores tienen menos contacto con la muerte natural, que es la que nos hace ser conscientes de que nuestro paso por esta vida es limitado. Ser conscientes de que un día vamos a morir y de que nuestra vida llegará a su final, no nos hace sufrir, sino que nos ofrece la oportunidad de poder aprovechar el mejor regalo que nos ha sido entregado: la vida.
Más enlaces sobre esta noticia: