Javier Tirapu Ustárroz, Psicólogo Clínico y Director del Servicio  de Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Terapia Ocupacional de la Fundación Argibide ha publicado un artículo en el portal

www.queaprendemoshoy.com bajo el título ¿Puede la Psicología prescindir de la Neurociencia?.

Introducción

Si la mente no existe fuera del cerebro, todo proceso mental, sea normal o patológico, es el resultado del funcionamiento cerebral. Los psicólogos y psiquiatras actúan sobre el cerebro, pero curiosamente la gran mayoría ignora cómo funciona. Sin embargo, todos creen que su modelo de intervención es eficaz.  Esto se llama la eficacia ignorante y algunos modelos de intervención se basan en apriorismos que no “encajan” en cómo opera el cerebro.

Desarrollo

Aunque la mayoría de los trabajos sobre la efectividad de los diferentes abordajes terapéuticos en los trastornos mentales presentan deficiencias metodológicas convendremos en señalar que cada profesional “selecciona” aquellos que más se ajustan a su modelo de intervención. Todos hablamos de los modelos basados en la evidencia o “en pruebas” pero el problema reside en que hoy en día es relativamente fácil encontrar artículos con “evidencia” de casi todo.

Una manera de solventar esta difícil disyuntiva se encuentra en la Neuropsicología,disciplina que debería forzar a las técnicas a demostrar su eficacia evaluando los cambios sobre el funcionamiento cerebral. De esta manera las técnicas de neuroimagen han comenzado a arrojar cierta luz sobre los cambios funcionales y estructurales que se producen en pacientes con daño cerebral cuando se interviene para recuperar la función dañada, es decir , sabemos que ocurre en el cerebro antes y después de nuestra intervención lo que a su vez permite comprender los efectos de la plasticidad cerebral.

En este sentido, los diferentes modelos psicoterapéuticos deben explicar algo más de lo que resulta obvio, es decir,  deben ir más allá de la afirmación de que algo es eficaz para explicar cómo y por qué es eficaz. Podíamos afirmar que cualquier intervención persigue someter al sujeto una serie de experiencias (reales o imaginadas, pasadas, presentes o futuras) para que las relaciones cerebro-mente se orienten en una dirección más adecuada o adaptativa. Cuando hablamos de las relaciones cerebro-mente  partimos de una premisa que ya hemos señalado anteriormente: cualquier proceso mental se sustenta en el funcionamiento cerebral aunque no puede ser explicado sólo por el resultado de dicho funcionamiento (reduccionismo codicioso en terminología de Dennett) (Dennet,1999). Como señala Kandell (1998,1999) “cuando un terapeuta habla a un paciente y este escucha  la acción de la maquinaria cerebral del terapeuta está produciendo un efecto en la maquinaria neuronal del cerebro del paciente”. A la vez que nuestra intervención produce cambios en el nivel interpretativo de la realidad del paciente es probable que estas intervenciones produzcan cambios  en su cerebro. Desde esta perspectiva, lo biológico y lo funcional se unen en una única realidad como es el ser humano.

Desde este planteamiento y sabiendo lo que sabemos sobre el funcionamiento cerebral la pregunta que debemos hacernos es la siguiente:  ¿Podemos explicar la eficacia de las técnicas basándonos en los modelos de dicho funcionamiento cerebral, sea normal o patológico?.  Nos tememos que esta pregunta pone en apuros a algunos tipos de intervención que utilizamos con frecuencia en nuestras consultas.

Pongamos como ejemplo las crisis de angustia, en estas la ansiedad resulta ser  el correlato neurovegetativo del miedo, miedo que parece estar más originado por estímulos internos. De forma resumida y simplificada podíamos afirmar que el núcleo amigdalino recibe información de los órganos internos y por un modelo de miedo condicionado estas señales sobre el estado de los órganos del cuerpo genera las crisis de angustia (Ledoux) (1996).  Es tal vez por este motivo por lo que resulta tan difícil que el paciente identifique sus distorsiones cognitivas antes de la crisis (probablemente  porque  no existen) y además explicaría lo refractarios que son estos pacientes a la intervención  cognitiva.  Se sabe que las conexiones que van desde  las zonas corticales al núcleo amigdalino son muchísimo más débiles que las que van desde este a la corteza. Esta simple afirmación hace tambalear los cimientos de la terapia cognitiva para los trastornos del miedo ya que plantea que la emoción es previa a la cognición y no al contrario como se postula desde este modelo. Como señala el mismo Kandell (1998,1999) la experiencia sensorial y el aprendizaje producen un debilitamiento de conexiones sinápticas preestablecidas y fortalecen otro tipo de conexiones

En cuanto a la Psicología clínica, resulta fundamental  que a la luz de los nuevos conocimientos elabore nuevas técnicas de abordaje de los trastornos mentales basadas en nuestros conocimientos del funcionamiento del cerebro normal y del cerebro afectado. Debemos reflexionar sobre lo que hacemos y sobre lo que nos queda por hacer,  escuchemos a las Neurociencias y no abandonemos la intuición y la imaginación. Así,  podremos avanzar hacia una nueva manera de hacer y entender la Psicología. Abandonemos nuestro discurso mentalista yconvirtamos a la Psicología en una neurociencia. Debemos asumir, que está llegando la hora de optar  por la ciencia analítica o por el sentido común descriptivo (ese que nos enoja cuando escuchamos a otro profesional con el que no compartimos su análisis de  la realidad) y debemos abrir sin temor un gran debate sobre el futuro de la psicología clínica, si ese futuro debe estar más cercano a la Neurociencia o a la Filosofia (o bien si somos capaces de aunar ambos niveles de análisis).

Como señala Mora (1995): “Las Neurociencias (entre ellas incluyo a la psicología) están faltas de una auténtica revolución, de la aparición de un gran descubrimiento, de un salto impredictible o turning point que ilumine y oriente las investigaciones en una nueva dirección, algo así como  lo ocurrido en otras ciencias con los hallazgos de Copérnico, Newton, Darwin, Einstein o Watson y Crick”. En otras de sus obras señala ( Mora, 2001): “Las ciencias del hombre son como una Torre de Babel con mucha gente trabajando en ellas y hablando muchas y diferentes lenguas…… Por ello, ha llegado la hora de que las Neurociencias intenten  una síntesis y construyan puentes entre niveles de análisis”. Participemos en esta búsqueda maravillosa que permita desvelar como se unen procesos mentales y funcionamiento cerebral en una única realidad que es el hombre.

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