Fermín Goñi Sáez. Psicólogo Clínico. Director Científico de Fundación Argibide
El trastorno del espectro autista (TEA) supone en la actualidad un reto clínico, científico y socio-educativo al ser uno de los cuadros neuropsiquiátricos más complejo -a la hora de explicar sus causas- y singular -en su manifestación psicopatológica y neuropsicológica-.

Cuadro sindrómico del TEA

Las dos clasificaciones diagnósticas (DSM-5 y CIE-11) más utilizadas en salud mental definen la presentación clínica del TEA de forma similar -como trastorno del neurodesarrollo- a través de dos criterios diagnósticos nucleares:
• Dificultades significativas y persistentes tanto en la comunicación como en la interacción social que emerge en diferentes contextos (problemas de reciprocidad socioemocional, déficits en la comunicación no verbal y alteraciones en la construcción de las dinámicas y los procesos de interacción personal).
• Perfil cognitivo-conductual rígido que se manifiesta en patrones restrictivos y repetitivos tanto en las áreas de interés como en las actividades y conductas mantenidas (estereotipias, inflexibilidad, focalización restringida e hiper o hipo-reactividad a los estímulos sensoriales que configuran el entorno).

TEA y cognición social

La cognición social es un dominio neuropsicológico que posibilita nuestra adaptación exitosa a los nichos socio-comunicativos que habitamos. La investigación científica ha descubierto que los pacientes con diagnóstico de TEA manifiestan déficits clínicamente significativos en áreas básicas de la cognición social que condicionan su desempeño en los contextos sociales:
• Percepción social: los pacientes con TEA perciben de forma atípica los estímulos sociales (v. gr., rostros y emociones). Algunas situaciones que podrían caracterizar estas dificultades son el escaso contacto ocular, el seguimiento alterado de la mirada y los déficits en la interpretación emocional de las claves socio-afectivas.
• Teoría de la mente: la capacidad de entender los estados mentales propios y ajenos (intenciones, deseos, conocimiento, creencias…) es deficitaria en los pacientes con TEA. Las consecuencias socio-cognitivas de esta dificultad en la mentalización se evidencian tanto a la hora de responder de forma apropiada a las situaciones sociales como en las dinámicas comunicativas de la interacción social (donde resulta necesario comprender y predecir las conductas de las personas que conforman nuestro entorno socio-comunicativo).

Escenarios facilitares de la cognición social

El reto terapéutico para desarrollar exitosamente la cognición social en pacientes con TEA consiste en generar escenarios que promuevan la comprensión de las emociones (propias y ajenas), potencien el aprendizaje de habilidades mentalizadoras y faciliten los procesos de interacción socio-comunicativa mediante la puesta en funcionamiento tanto de programas terapéuticos convencionales (en formato individual y grupal) como de nuevas herramientas tecnológicas que adapten a formato visual las estrategias de mentalización y percepción social.

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