En demencia hay emoción pero no queda recuerdo». Este es el título de la información aparecida en Diario Médico sobre la conferencia impartida por Javier Tirapu Ustárroz, Psicólogo Clínico y Director del Servicio de Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Terapia Ocupacional de la Fundación Argibide el 20 de marzo en Santander en la Jornada «Ser, saber, sentir, compartir…la atención en psicogeriatría».
24 de Marzo Diario Médico. Santiago Rego
En demencia hay emoción pero no queda recuerdo
Javier Tirapu, de la Fundación Argibide, reivindica en una conferencia en Santander la gestión del control de las emociones en el paciente y su familia
Las personas que sufren demencia tienen emociones y las que se consideran primarias que, básicamente, gestionan la calidad de vida y supervivencia del individuo -alegría, tristeza, miedo, asco, ira o enfado y la sorpresa-, están alojadas en la conciencia del individuo. «Los ancianos con demencia avanzada claro que son capaces de sorprenderse ante un hecho inesperado; de sentir miedo a veces; o de sonreír con la presencia de un nieto que llega a visitarle. Pero, posiblemente, estas emociones han perdido el valor autobiográfico, es decir, se producen en un espacio y en un tiempo muy limitado para luego dejar paso a otra emoción y sin
que haya un espacio para el recuerdo de los estados afectivos y emocionales. Sienten una emoción que no
deja recuerdos».
Ésta es la teoría que ha manejado el neuropsicólogo Javier Tirapu, de la Unidad de Daño Cerebral de la Clínica Ubarmin, del Servicio Navarro de Salud, y director científico de la Fundación Argibide, de Pamplona, que ha pronunciado la conferencia Emociones y conciencia en demencias, en el Hospital Padre Menni, de Santander. «Las personas con demencia por supuesto que sienten alegría o tristeza. Cuando ríen sabemos que es una emoción instántanea y que les produce placer. La expresión facial de sonreír provoca ya una emoción que sienten, pero no hay recuerdo».
La demencia es la pérdida de la mente, pero una persona con una patología mental o neurológica tiene emociones primarias, que perduran durante años. «El ser humano es un ser social por naturaleza, y la estructura de su cerebro no ha cambiado desde hace 50.000 años. Un buen cerebro social sabe percibir bien las emociones de los demás mirando, por este orden, a sus ojos, su cara y su cuerpo, que trasmiten lo que el otro está sintiendo. En las personas demenciadas eso no ocurre siempre, pero no quiere decir que carezcan de emociones, cuya gestión es muy difícil para los profesionales y sus familiares».
En este punto, Juan Gómez de Tojeiro, psiquiatra y director médico del Hospital Padre Menni, ha subrayado que el control de las emociones en pacientes y familiares «es un reto para el profesional sanitario, porque las personas son una globalidad y al perder la memoria se produce un corte de enorme impacto en la conducta». Por eso hay un gran interés en estudiar las emociones, cruciales para el funcionamiento humano y son las que en última instancia guían la conducta. «Las seis emociones básicas -alegría, tristeza, miedo, asco, ira y sorpresa- se dan en todas las culturas, pero en las personas con una demencia la pérdida de memoria no deja rastro de ellas».
RESPONSABILIDAD
¿Entonces es responsable de sus actos la persona demenciada? Tirapu dice que siempre que no haya una fuerza externa que le fuerce a actuar en sentido contrario al orden social. «El problema está en que en las demencias se pierde la importancia y la motivación de lo que hace el individuo. Hay una fase de la demencia en la que el sujeto no tiene conciencia de que padece una enfermedad y, por tanto, no es responsable porque no es él y porque ha dejado de tener conciencia de lo que es el orden social».
Según Tirapu, en esquizofernia, por ejemplo, son habituales las voces interiores que instan: ¡mata a tu madre o a tu padre!, lo cual supone un eximente. «En el Alzheimer lo que se da, sin embargo, es un cerebro sin mente y, por tanto, el individuo tampoco es responsable», ha explicado Tirapu, para quien la clave está en equilibrar razón y emoción. «Esas son las personas que mejor viven. Cerebro y mente son lo mismo. La mente es el tejido cerebral cosido por los hilos del tiempo. El cerebro aloja la conciencia de lo que uno es, y hay muchas cosas en su interior, pero las más sublimes son la inteligencia y la conciencia de cómo soy».
IMPACTO EN LA CONDUCTA
En cualquier caso, las teorías de la emoción incluyen al menos cuatro componentes de la conducta: «Uno, la fisiología: actividad de los sistemas nerviosos central y autónomo, y cambios producidos en la actividad neurohormonal y visceral. Dos, la conducta motora distintiva: expresión facial, tono de voz y postura. Tres, cognición autoinformada: opera en el dominio de sentimientos emocionales subjetivos, como ser amado u odiado, y otros procesos cognitivos como planes, memorias o ideas. Y, por último, la conducta inconsciente: tomamos decisiones basándonos en intuiciones, sin saber conscientemente por qué las hemos tomado».